“La
globalización del mundo expresa un nuevo ciclo de expansión del capitalismo,
como forma de producción y proceso civilizador de alcance mundial. Un proceso
de amplias proporciones que abarca naciones y nacionalidades, regímenes
políticos y proyectos nacionales, grupos y clases sociales, economías y
sociedades, culturas y civilizaciones (Ianni, 2004,
p. 11) ”
¿De qué hablamos cuando hablamos de Globalización? En lo general y tomando
como referencia a Bauman (2009) nos referimos
a una serie de procesos de transformación profunda y multifacética en el orden
social y en los parámetros de la condición humana derivados de: 1) la
comprensión tiempo/espacio; 2) la dimensión planetaria emergente de los
negocios, las finanzas, el comercio y los flujos de información; 3) la
deslocalización y desfronterización de la actividad corporativa y política; 4)
la movilidad permanente de los individuos y los valores; 5) desequilibro y
desigualdades en el ejercicio de la libertad; 6) segregación, separación y
marginación social progresiva; 7) tendencias neotribales, fundamentalismo e
hibridaciones culturales; 8) la interrupción progresiva de las comunicaciones
entre los distintos segmentos poblacionales; 9) surgimiento de centros de producción
de significados y valores extraterritoriales; 10) pérdida del poder, soberanía
política y desarticulación del Estado/Nación; 11) articulación del panóptico y
el control social; 12) bifurcación y polarización de las vivencias humanas; 13)
aparición de nuevas clases sociales, estratificación del poder, incremento de
las brechas socioeconómicas y la construcción de nuevas jerarquías sociales,
políticas, económicas y culturales de alcance mundial; 14) expresiones
radicales y polarización de las tendencias ideológicas; 15) implosión del
tiempo de las comunicaciones y aceleración del espacio electrónico; 16)
polarización de la condición humana; 17) fragmentación del espacio público,
disgregación de la noción de comunidad y la segregación de las poblaciones; 18)
desaparición de las fronteras naturales; 19) la hiperindustrialización y el
hiperconsumo como racionalidades de sentido; 20) desplazamiento del capital.
Ianni por su parte (1996) incorpora a
esta visión la condición de homogeneización de las estructuras y preferencias
del mundo. Acota que a pesar de la diversidad civilizatoria se ha articulado un
idioma universal soportado en la racionalidad tecnocrática, instrumental,
mercantil y consumista del mercado y la mercancía. La Globalización es un eje de la economía-mundo; una derivación del capitalismo histórico. Son pues,
las relaciones, procesos y estructuras de dominación política y apropiación
económica en el ámbito global, las que permiten atravesar territorio,
fronteras, naciones y nacionalidades” (p. 21) generando un
sistema-mundo imperialista, occidentalizado, individualista posesivo,
despersonalizado, de dependencias desterritorializadas y la
internacionalización del capital. De esta forma Ianni define a la Globalización
como:
“la
intensificación de las relaciones sociales en escala mundial que ligan
localidades distantes de tal manera que los acontecimientos de cada lugar son
modelados por eventos que ocurren a muchas millas de distancia y viceversa.
Éste es un proceso dialéctico porque tales acontecimientos locales pueden
desplazarse en dirección inversa a las relaciones muy distanciadas que los
modelan. La transformación local es tanto una parte de la globalización cuanto
la extensión lateral de las conexiones sociales por medio del tiempo y el
espacio” (Ianni, 1996, p. 163) .
A la dimensión económica
Ulrich Beck incorpora la salida política haciendo alusión al Estado nacional y
su disolución, así como a categorías tales como división del trabajo, modos de
producción, prestación de servicios, politización trasnacional, eliminación de
normativas sindicales, renacionalización, Estados territoriales. Así concluye
definiendo la globalización como: “los procesos en virtud de los cuales los
Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores
trasnacionales y sus respectivas probabilidades poder, orientaciones,
identidades y entramados varios” (Beck, 1998, p.
29)
Nos hemos adentrado en una fase del proceso
civilizatorio que está transformando los cánones, las prácticas humanas, los
modos de vida, los pensamientos y las ideologías. Existe una nueva tensión y
sus respectivas contradicciones. Los entornos y los contextos están cambiando y
por ende, transformando la condición humana. Como bien apunta Bauman, tiempo y
espacio se comprimen; los negocios adquieren una dimensión planetaria; los
flujos comerciales, financieros y comunicacionales se deslocalizan; la movilidad
y la libertad se transforman en la moneda de cambio.
Todo y todos nos estamos volviendo
globales: los espacios públicos, los negocios, las empresas, las marcas, las
ideas. De ello derivan pues nuevas exclusiones, segregaciones, fragmentaciones,
marginaciones, hibridaciones. Nuevas brechas se abren entre ricos, pobres,
nómadas, sedentarios, los que se ubican dentro y fuera de la ley. Todas las
industrias, incluyendo las culturales se han tornado “centros de producciones
de significados y valores extraterritoriales” (Bauman, 2009, p. 9) . La noción de aldea global, de
vecindario, de barrio glocal, es la
condición de las signópolis
contemporáneas.
La globalización, con todos sus matices,
pretende imponer significados y controles sociales compartidos en los terrenos
financieros, políticos, económicos, mercantiles, comunicacionales, artísticos y
culturales. Las fuerzas, las jerarquías, las libertades, los poderes, las
conexiones y las decisiones han disuelto las fronteras geográficas y por ello,
nos adentramos en una era signocrática
supranacional plagada de asimetrías y desplazamientos.
La grave afectación que esto tiene sobre la
condición humana, ha generado nuevas resistencias y confrontaciones en relación
a la otredad, la alteridad y la propia identidad. El desafío globalizador es el
desafío metacomunicacional; es el que
pone en tela de juicio las unidades territoriales, identitarias, temporales y sociales.
El efecto globalizador como una extensión
del capitalismo salvaje, sus modos de producción y su racionalidad, ha
transformado la noción de colonialismo, imperialismo, dependencia e
interdependencia, así como la idea misma del Estado-Nación. Las nuevas
tecnologías, los nuevos métodos de producción, la división internacional del
trabajo, la universalización de los mercados, la reconfiguración supranacional
de los hiperconglomerados, la idea
del supermercado mundial, la reproducción en moldes de marcas, creencias e
ideologías, la desterritorialización
de cosas, personas, ideas a partir de las telecomunicaciones, la reorganización
de la geopolítica de la información, la tecnificación del trabajo y la
descentralización de los poderes, ha generado nuevos antagonismos entre lo
nacional, lo regional y lo global; lo de arriba y lo de abajo; lo del norte y
lo del sur; lo del este y el oeste (Ianni, 1996) .
Los signos de la globalización son los del
capitalismo, los del mercado y el espacio controlado y disponible, los de la
mercancía, la tecnología, el marketing,
el lobbying y la industrialización (Ianni, 2004)
La grave afectación que esto tiene sobre la
condición humana, ha generado nuevas resistencias y confrontaciones en relación
a la otredad, la alteridad y la propia identidad. El desafío globalizador es el
desafío metacomunicacional; es el que
pone en tela de juicio las unidades territoriales, identitarias, temporales y sociales. Expulsión, implosión,
reducción, marginación, exclusión, se transforman en indicadores de grado cero
en este movimiento que excede la mundialización de los significantes y
significados en una condición cada vez más violenta, profunda, densa,
interconectada, acelerada y universal. Todo ello, pone al hombre en una
condición más vulnerable y artificial, generando problemas culturales,
religiosos, lingüísticos, raciales, sociales, psicológicos, económicos,
políticos y artísticos.
La mundialización de la globalización ha
reconfigurado todo, expandiendo la fábrica por todo el globo terrestre.
Convirtiendo lo tangible en intangible, colocando al signo en el centro del
sentido social. Las industrias culturales, entre ellas el arte, no se han
quedado al margen de la disputa de la globalización.
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