Siempre fuimos globales. El hombre desde sus orígenes
pensó desde la totalidad territorial. La historia de la humanidad es la de una
reyerta por la supervivencia y supremacía de una especie sobre las demás:
reproducirse, crecer y expandirse. En la historia contemporánea esto se traduce
en sistemas coloniales, imperialistas, geoeconómicos y geopolíticos. Nuevos
medios que fueron propagándose de forma rauda y virulenta por todo el planeta.
Por tanto, se podría señalar que la historia del hombre comienza a narrarse
desde su movilidad; de las formas de circulación por el mundo. A partir de su
apropiación de la tierra, expansión de los reinos, la circulación por los
mares, las rutas celestes, los intercambios de monedas, las aduanas
comerciales, los flujos de datos, la confrontación Este/Oeste, Norte/Sur, e
incluso la tensión establecida entre el choque
de civilizaciones de Huntington (1997) y el fin de la historia planteado por Fukuyama
(1992) [1].
El fenómeno globalizador no es nada nuevo,
por el contrario, ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad y
se ha manifestado en diferentes fases y olas que podrían sintetizarse de la
siguiente manera:
[1]El debate
conflictual entre Fukuyama y Huntington radica en que el primero mantiene una
postura triunfalista sobre el capitalismo occidental, así como de la democracia
y de los derechos humanos, mientras Huntington, por el contrario, fundamenta la
decadencia de occidente; una declinación
que genera una mayor heterogeneidad confluyendo en importantes conflictos entre
civilizaciones.
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