Introducción

Los interesados en comprender los efectos de las fuerzas movilizadoras de la globalización encontrarán en este trabajo una serie de indicadores que denotan dichos impactos y la manera como han sido visualizados desde las artes plásticas.

Siempre fuimos globales

Siempre fuimos globales. El hombre desde sus orígenes pensó desde la totalidad territorial. La historia de la humanidad es la de una reyerta por la supervivencia y supremacía de una especie sobre las demás: reproducirse, crecer y expandirse.

¿De qué hablamos cuando hablamos de Globalizaicón?

La globalización del mundo expresa un nuevo ciclo de expansión del capitalismo, como forma de producción y proceso civilizador de alcance mundial.

Consecuencias humanas de la globalización

La forma de ser moderna conlleva la necesidad obsesiva-compulsiva de cambiar el mundo; establecerlo y deshacerlo continuamente a una velocidad tan apresurada que sólo el maquinista del vehículo y unos pocos pasajeros consiguen tolerarla sin abandonarlo ni detenerse.

Cartogragía interactiva

Mapa interactivo de arte y globalización

jueves, 10 de septiembre de 2015

Cartografía interactiva: Arte y globalización





La globalización ha generado una cultura más homogénea: diluyendo las fronteras; amplificando los mercados; e incrementando el poder de instituciones, corporaciones y medios de comunicación. Este fenómeno ha experimentado diversas fases. La última de ellas, estaría impulsada por un proceso de aceleración provocado por la hipermediatización de la vida y la cultura. Las manifestaciones artísticas no han sido ajenas a esta racionalidad, creando una cultura-mundo. La presente investigación analiza, mapea y clasifica a los diferentes artistas que han plasmado a través de su producción, los efectos y consecuencias de las diferentes dimensiones del fenómeno globalizador.

Introducción



Como ya apuntó Levitt (1986) en uno de sus estudios sobre mercadotecnia internacional, cada vez tendemos a parecernos más. Aquellas fronteras que dividían territorios, etnias, culturas, religiones y lenguas fueron diluyéndose en función de una globalización más rápida, profunda, salvaje, agresiva, universal (Friedman, 2006), tecnocrática, mercantil y consumista. Una economía-mundo que parece consumar esa utopía en la que lo nacional y lo mundial transitan a pasos agigantados hacia un sistema de hiperconexiones planetarias. Un nuevo régimen hipermoderno de coexistencia donde las distancias culturales y geográficas se reducen; el inglés se impone a todas las lenguas; y la comunicación inmediata se hace posible a través de la Red y las comunicaciones satelitales y móviles. En la actualidad estamos inmersos en un proceso de aceleración en el que fluimos soliviantados por la inercia. Paradójicamente, del mismo modo que se fomenta la cultura de la hibridación y el mestizaje, surgen microgrupos que reaccionan ante este modelo de identificación único, reivindicando el culto a la heterogeneidad, la segmentación y fragmentación identitarias, así como una vuelta a las raíces. Por lo tanto, podemos afirmar, que aquel mecanismo puesto en marcha en la década de los 80, que pretendía unificar mercados, territorios y culturas alcanzando una dimensión mundial, generó a su vez la creación de nuevas microfronteras y modos de referencia diversos aparentemente más incluyentes.
     La cultura, al convertirse en industria como señala Theodor Adorno en la Dialéctica de la Ilustración (2001) al igual que sucedió con el mercado y los medios de comunicación, comenzó a desbordarse desmesuradamente hacia las grandes masas, rebasando los estándares elitistas y consolidándose en el mercado global. De este modo este nuevo universo hipercultural, pasó a ser una mercancía más, distribuida por numerosas partes del planeta con los mismos procesos de producción, industrialización, masificación y comercialización que el resto de sectores de la economía de mercado. Podemos hablar entonces de una cultura-mundo en el que arte mercantilizado, mediático y seriado que comenzó en los años 60, con artistas tales como Andy Warhol, alcanzó con el impulso de la empresarización y la comunicación, su nivel más alto de producción y reproductibilidad.
     En un panorama artístico mediatizado hasta el extremo y cuyas fronteras con todo tipo de géneros se van disolviendo en función de la rentabilidad, que éstas les pueden otorgar, podemos afirmar entonces que “hoy es el mercado el que hace al artista” (Lipovetsky & Juvin, 2011, p. 29) y son algunos los privilegiados que transitan por circuitos monitorizados por sistemas de subastas, curadores, galeristas, altos empresarios y banqueros los que promoverán a éstos por ferias internacionales con el fin de convertir al artista en un producto cuyo valor de marca se incremente con los años y se consolide en el mercado hasta convertirse en la cultura mainstream[1] (Martel, 2012).
     La presente investigación pretende abrir dos líneas de reflexión en torno al fenómeno relacionado con el arte y la globalización: La primera de ellas enmarca a aquellos artistas que comprendiendo la lógica del mercado se adscriben a ella y se benefician de ésta, tales como Jeff Koons, Damien Hirst, Takashi Murakami, Tracey Emin, cuyas obras están valoradas en la actualidad en millones de dólares[2]; la segunda de ellas, comprende a aquellos artistas que de una u otra manera ponen de manifiesto su visión positiva, neutra o negativa sobre el impacto de la globalización en todas sus dimensiones.
     En lo particular la presente investigadora ha centrado parte de su trabajo en las consecuencias humanas de la globalización, en especial en aquellas que derivan en temas de exclusión, marginalidad y pobreza motivando con ello a la exploración de otros artistas y temáticas en las que se ha trabajado en torno a este fenómeno.
     Los interesados en comprender los efectos de las fuerzas movilizadoras de la globalización encontrarán en este trabajo una serie de indicadores que denotan dichos impactos y la manera como han sido visualizados desde las artes plásticas.



[1]Martel, desde la economía política enfatiza que las estratégicas de mercadotecnia, aunadas a las industrias culturales, son capaces de construir fenómenos de masa posicionados socialmente de tal forma que opacan cualquier otro tipo de manifestación cultural, homogeneizando con ello todo tipo de expresión artística o comunicacional.
[2] En 2008, Damien Hirst subastó en Sotheby’s 223 recaudando con ello 135 millones de euros en una sola subasta, rompiendo con ello récord mundial. (Oppenheimer, 2012)

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Siempre fuimos globales

“En la Globalización 1.0 había un empleado que te daba el billete. En la Globalización 2.0 la máquina expendedora de billetes electrónicos sustituyó al empleado que te daba el billete. En la Globalización 3.0 tú mismo te consigues el billete” (Friedman, 2006, p. 186)

Siempre fuimos globales. El hombre desde sus orígenes pensó desde la totalidad territorial. La historia de la humanidad es la de una reyerta por la supervivencia y supremacía de una especie sobre las demás: reproducirse, crecer y expandirse. En la historia contemporánea esto se traduce en sistemas coloniales, imperialistas, geoeconómicos y geopolíticos. Nuevos medios que fueron propagándose de forma rauda y virulenta por todo el planeta. Por tanto, se podría señalar que la historia del hombre comienza a narrarse desde su movilidad; de las formas de circulación por el mundo. A partir de su apropiación de la tierra, expansión de los reinos, la circulación por los mares, las rutas celestes, los intercambios de monedas, las aduanas comerciales, los flujos de datos, la confrontación Este/Oeste, Norte/Sur, e incluso la tensión establecida entre el choque de civilizaciones de Huntington (1997) y el fin de la historia planteado por Fukuyama (1992)[1].
     El fenómeno globalizador no es nada nuevo, por el contrario, ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad y se ha manifestado en diferentes fases y olas que podrían sintetizarse de la siguiente manera:
1.   Fase 1. La globalización territorial. Dicha fase contempla 3 grandes olas que sucederán en el mundo antiguo desde la proto-modernidad hasta el Renacimiento:
a.     La Migratoria: emprendida por los diversos grupos humanos en su condición nómada en la búsqueda de espacios territoriales para asentarse, poblar el territorio y construir civilizaciones. Este flujo geográfico de la raza humana permitió la circulación de tecnologías, cultura, formas de organización y ordenamiento social.
b.     La Imperial: aquella expansión territorial que implicó la constitución de imperios que prolongaron sus sistemas administrativos, económicos, políticos y morales a través de luchas culturales unificando territorios, relaciones comerciales y reinados. Esta globalización implicó la confrontación lingüística, religiosa y político-administrativa como lo fuera el caso del imperio greco-latino, el poder de los persas, la confrontación de oriente y occidente y la expansión del mundo árabe.
c.     La simbólica: la expansión del espacio mundial sin trabas ante la búsqueda de nuevas rutas que favorecieran el intercambio de bienes y productos fue la que llevó consigo nuevas corrientes científicas, literarias, artísticas que derivaron en los pre-nacionalismos, el esplendor del arte y la constitución de sistemas unificados de ciencia, arte y religión. Esta ola fue la que derivó en el arte renacentista que se abrió con pretensión universal y el sentir reformista.
2.   Fase 2. La globalización económica. Comprende tres grandes olas que están arraigadas a la modernidad y el intercambio de valores económicos e ideológicos derivados de la Ilustración y el nacimiento del modelo económico capitalista. Dichas olas son:
a.     La colonizadora: contempla la salida al mar de España, Portugal, Inglaterra y Holanda buscando rutas comerciales llegando hasta el Nuevo Mundo expandiendo formas mercantiles, literarias, costumbres, tradiciones utensilios, alimentos, lengua y religión. Esta ola colonialista llegará hasta el siglo XIX.
b.     La liberación de espacios comunicativos: en este periodo la comunicación se torna en un referente de la modernidad como vía para la construcción de los espacios nacionales: plazas públicas, mercados, carreteras, puentes y canales por los que circulan personas, mensajes, ideas y mercancía tal como lo promovía Diderot.
c.     El gran mercado: Instaurada en la era de la nación mercantil universal de los mercados cosmopolitas conceptualizados por Adam Smith. El mundo se torna una colectividad económicamente compuesta y viralizada por la Revolución Industrial y el capitalismo primitivo. La libre competencia, la producción en masa conformaron un mercado único caracterizado por la división del trabajo. La racionalidad mercantil se expandió eliminando el poder del Estado y dando poder a la empresa privada. Son ahora las compañías las que exploran y se expanden por el planeta. La integración económica mundial unificó acuerdos bilaterales, tratados, políticas, vías de comunicación. Empresa, Industria y economía se tornan en sinónimo de progreso.
3.   Fase 3. La globalización mediática. Comprende cinco grandes olas que irán de la modernidad, la modernidad tardía y la posmodernidad y estas son:
a.     El idioma universal: esta es la época de la unidad lingüística que contempla la unificación de la lengua, reduciendo diferencias y particularismos propios del periodo feudal y las monarquías absolutas, hasta la materialización de lenguajes como el sordomudo desarrollado por el abad de L’Epée, la invención del telégrafo óptico de los hermanos Chappe, los sistemas métricos de peso y medida y los símbolos de la fraternidad.
b.     La letra como un imperio: la burguesía, los centros de estudio, los procesos de alfabetización, la mejora económica, la introducción del papel en occidente, la reproducción mecánica apoyada en la imprenta, los libros, los periódicos, las revistas y fanzines se convirtieron en aliados del poder. La palabra se expandió como soporte de la memoria e instrumento para lograr independencias. Así los medios impresos se convirtieron en agentes del cambio social y cultural y aparatos ideológicos en todo el planeta.
c.     La república del pulso eléctrico. La segunda revolución industrial tuvo como fundamento el pulso eléctrico. Esta materia prima permitió la llegada de la era neotécnica teniendo su punto de partida la primera Exposición Internacional de la Electricidad celebrada en París en 1881. Pulsos, amperios y voltios permitieron el telégrafo y  la radio.
d.     La masificación de la imagen. La imagen fotográfica y cinematográfica son la expresión de la masificación e industrialización de la cultura. Comunidades de inmigrantes, viajeros, trabajadores se expresaron en un modo unificado. La foto y el cine se tornaron en una poderosa arma persuasiva, en una expresión artística, en un educador de la mirada y la conciencia, en una maquinaria económica.
e.     Las industrias culturales. La popularización de las agencias de noticias provocó un sistema global de información en que la información era distribuida por toda la faz de la tierra  gracias al cableado submarino y los corresponsales. La industria del periodismo impreso y el mercado de la información nacieron con perspectiva global gracias a la reproducción mecánica, las novelas por entrega, los folletines, los suplementos dominicales, las tiras cómicas y los derechos de autor. Este mismo efecto de reproducción mecánica tan denunciado por Walter Benjamín, tuvo su símil en la industria musical, cinematográfica y artística generando las denominadas industrias culturales donde entretenimiento se fusionaba con poder e ideología.
4.   Fase 4. La globalización corporativa. Esta fase se desarrolló desde la segunda revolución industrial contemplando modernidad, posmodernidad e hipermodernidad y tuvo tres grandes olas.
a.     La Globalización 1.0. La monopólica y transnacional. El mundo dejó de ser el territorio de los gobiernos; los monopolios estatales se fueron diluyendo dando paso a la industrialización trasnacional. Europa se reorganizó y dando pie a una comunidad comercial en la que las empresas comerciales adquirieron un poder salvaje y caníbal. Gas, petróleo, electricidad y demás energéticos se nacionalizaron. Los servicios que antes ofertaba en modo gratuito el Estado quedaron en manos de las empresas multinacionales que de modo desterritorializado se apoderaron del sector salud y farmacéutico, de la industria automotriz, alimentaria, publicitaria y mediática. El umbral entre lo regional, local, nacional, internacional y global inició el darwinismo económico corporativo que derivó en la etiqueta conceptual de lo glocal.
b.     La Globalización 2.0. La telemática. Ondas hertzianas, satélites, redes, microchips, facilitaron la transferencia de mensajes y tecnologías impactando los sectores militares, aeroespaciales y comerciales  que hicieron de los avances tecnológicos parte de las políticas de mercado alterando con ello las soberanías nacionales. El mundo se mediatizó, la sociedad entera empezó a informatizarse. La convergencia tecnológica gestó una nueva geopolítica de la información en que las grandes bases de datos empezaron a ser controladas por instituciones supranacionales y gobiernos que operaban con la lógica panóptica como el Norteamericano. La historia del mundo se concentró e indexó en sistemas de cómputo y plataformas digitales. Hoy la confrontación universal se da por la posesión de esos sistemas de vigilancia, control y represión digital. 
c.     La Globalización 3.0. La global hiperindividualizada. Tal como lo afirmaron Friedman y McLuhan, la Tierra es plana y los negocios operan en la lógica de una aldea global. La vida ocurre alrededor del hipermercado, que nos es otra cosa que la síntesis de las redes: empresariales, institucionales, académicas, políticas y económicas. La racionalidad post industrial enunciada por Peter Drucker e hipermediatizada está confrontando las identidades. Las hibridaciones, las remezclas culturales y mediáticas hiperindividualizadas han generado una gran pantalla global: la de la monocultura.
5.   Fase 5. La globalización cultural. Contempla 5 olas comprendidas desde la caída del muro de Berlín hasta la actualidad. Dichas marejadas son:
a.     La fusionista: La noción de progreso y desarrollo son la visión reduccionista de civilización y cultura que se integraron a la sombra de las economías de la posguerra, la Alianza para el progreso y las revoluciones liberacionistas que dividieron al mundo en Primer y Tercer Mundo. La forma de subsistencia implicó una gran ola globalizadora sustentada en procesos de alfabetización, industrialización y urbanización.
b.     El imperialismo del marketing. El corporativismo, la construcción de marcas y la expansión de los mercados supranacionales de la década de los 50 del siglo pasado, impusieron a la publicidad como la movilización ideológica de las conciencias. Propaganda, persuasión y manipulación, así como las estrategias de conversión doctrinal impuestas desde las relaciones públicas, el periodismo corporativo y las industrias mediáticas propagandísticas que se convirtieron en la industria global de las actitudes y estilos de vida. Las industrias culturales, de igual forma, se pusieron al servicio del expansionismo ideológico y la promoción de patrones culturales del american way of life.
c.     El Nuevo Orden Mundial. La americanización del planeta, la unificación Europea, las revueltas del Tercer Mundo, generaron un tira y afloja de valores, tecnologías y modelos culturales. La comercialización y mercantilización social fue producto de una nueva cultura internacional de información y conexiones comerciales. El sentido único y unilateral dejó en evidencia la imparcialidad manifiesta; el desequilibrio reinante y la manera en que los flujos comerciales, culturales, mediáticos y democráticos desafiaban el orden internacional.
d.     La culturalista. La democratización de los bienes culturales en la década de los setenta y ochenta, generó amplios mercados en los que las políticas culturales y los flujos de riqueza obligaron a nuevas discusiones en las tensas relaciones Norte y Sur y los impactos identitarios que ello acarrea.
e.     La planetaria. Una ola globalizadora emprendida desde abajo, desde la sociedad civil y las Organizaciones No Gubernamentales; adscrita a una comunicación de conciencia, sustentable, preocupada por el Tercer Mundo, la defensa de los derechos humanos y desvinculadas del soporte gubernamental e ideológico. Esto como respuesta al descontrol de las prácticas políticas, económicas, sindicales, mercadológicas, alimentarias y farmacéuticas. Causas sociales, movimientos populares detonarán esta globalización desde abajo organizando foros y cumbres paralelas/alternativas. Las redes sociales digitales reforzarán el híbrido socio-corporativo de impacto global.

     Siempre fuimos globales y el hombre en sus formas expresivas y narrativas ha dejado constancia de ello. El artista, como decía Marshall McLuhan representa las antenas del mundo. Su obra, es el vehículo que transmite el momento que le ha tocado vivir. Se anticipa, en ocasiones, a una época. El arte predice, describe, denuncia, sentencia, condena. El artista, es profeta, portavoz, predicador, propagandista, artífice. El artista construye y deconstruye el mundo: del plano espiritual, onírico, simbólico al terrenal; de las fronteras expresivas a las territoriales. Arte, realidad y expresión se conjugan con el mismo verbo y desde la misma lógica: Cultura-mundo (Lipovetsky & Juvin, 2011).
     Sin lugar a dudas, estos son los tiempos de las fronteras diluidas; las rutas migratorias, coloniales, imperiales, corporativas, mediáticas y culturales expansivas que demuestran que siempre fuimos globales.
     Estamos en un tiempo en que los artistas han retomado estas manifestaciones apropiándose o denunciando el impacto multidimensional de la globalización criticando en muchos casos su naturaleza, las microfuerzas que la propagan. He aquí la historia del hombre en movimiento. He aquí la visualización de las formas expresivas de esos últimos días. Arte y globalización es el binomio que explora este texto.




[1]El debate conflictual entre Fukuyama y Huntington radica en que el primero mantiene una postura triunfalista sobre el capitalismo occidental, así como de la democracia y de los derechos humanos, mientras Huntington, por el contrario, fundamenta la decadencia  de occidente; una declinación que genera una mayor heterogeneidad confluyendo en importantes conflictos entre civilizaciones.

martes, 1 de septiembre de 2015

¿De qué hablamos cuando hablamos de Globalización?

“La globalización del mundo expresa un nuevo ciclo de expansión del capitalismo, como forma de producción y proceso civilizador de alcance mundial. Un proceso de amplias proporciones que abarca naciones y nacionalidades, regímenes políticos y proyectos nacionales, grupos y clases sociales, economías y sociedades, culturas y civilizaciones (Ianni, 2004, p. 11)

¿De qué hablamos cuando hablamos de Globalización? En lo general y tomando como referencia a Bauman (2009) nos referimos a una serie de procesos de transformación profunda y multifacética en el orden social y en los parámetros de la condición humana derivados de: 1) la comprensión tiempo/espacio; 2) la dimensión planetaria emergente de los negocios, las finanzas, el comercio y los flujos de información; 3) la deslocalización y desfronterización de la actividad corporativa y política; 4) la movilidad permanente de los individuos y los valores; 5) desequilibro y desigualdades en el ejercicio de la libertad; 6) segregación, separación y marginación social progresiva; 7) tendencias neotribales, fundamentalismo e hibridaciones culturales; 8) la interrupción progresiva de las comunicaciones entre los distintos segmentos poblacionales; 9) surgimiento de centros de producción de significados y valores extraterritoriales; 10) pérdida del poder, soberanía política y desarticulación del Estado/Nación; 11) articulación del panóptico y el control social; 12) bifurcación y polarización de las vivencias humanas; 13) aparición de nuevas clases sociales, estratificación del poder, incremento de las brechas socioeconómicas y la construcción de nuevas jerarquías sociales, políticas, económicas y culturales de alcance mundial; 14) expresiones radicales y polarización de las tendencias ideológicas; 15) implosión del tiempo de las comunicaciones y aceleración del espacio electrónico; 16) polarización de la condición humana; 17) fragmentación del espacio público, disgregación de la noción de comunidad y la segregación de las poblaciones; 18) desaparición de las fronteras naturales; 19) la hiperindustrialización y el hiperconsumo como racionalidades de sentido; 20) desplazamiento del capital.
            Ianni por su parte (1996) incorpora a esta visión la condición de homogeneización de las estructuras y preferencias del mundo. Acota que a pesar de la diversidad civilizatoria se ha articulado un idioma universal soportado en la racionalidad tecnocrática, instrumental, mercantil y consumista del mercado y la mercancía. La Globalización  es un eje de la economía-mundo; una derivación del capitalismo histórico. Son pues, las relaciones, procesos y estructuras de dominación política y apropiación económica en el ámbito global, las que permiten atravesar territorio, fronteras, naciones y nacionalidades” (p. 21) generando un sistema-mundo imperialista, occidentalizado, individualista posesivo, despersonalizado, de dependencias desterritorializadas y la internacionalización del capital. De esta forma Ianni define a la Globalización como:
“la intensificación de las relaciones sociales en escala mundial que ligan localidades distantes de tal manera que los acontecimientos de cada lugar son modelados por eventos que ocurren a muchas millas de distancia y viceversa. Éste es un proceso dialéctico porque tales acontecimientos locales pueden desplazarse en dirección inversa a las relaciones muy distanciadas que los modelan. La transformación local es tanto una parte de la globalización cuanto la extensión lateral de las conexiones sociales por medio del tiempo y el espacio” (Ianni, 1996, p. 163).
            A la dimensión económica Ulrich Beck incorpora la salida política haciendo alusión al Estado nacional y su disolución, así como a categorías tales como división del trabajo, modos de producción, prestación de servicios, politización trasnacional, eliminación de normativas sindicales, renacionalización, Estados territoriales. Así concluye definiendo la globalización como: “los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores trasnacionales y sus respectivas probabilidades poder, orientaciones, identidades y entramados varios” (Beck, 1998, p. 29)
     Nos hemos adentrado en una fase del proceso civilizatorio que está transformando los cánones, las prácticas humanas, los modos de vida, los pensamientos y las ideologías. Existe una nueva tensión y sus respectivas contradicciones. Los entornos y los contextos están cambiando y por ende, transformando la condición humana. Como bien apunta Bauman, tiempo y espacio se comprimen; los negocios adquieren una dimensión planetaria; los flujos comerciales, financieros y comunicacionales se deslocalizan; la movilidad y la libertad se transforman en la moneda de cambio.
     Todo y todos nos estamos volviendo globales: los espacios públicos, los negocios, las empresas, las marcas, las ideas. De ello derivan pues nuevas exclusiones, segregaciones, fragmentaciones, marginaciones, hibridaciones. Nuevas brechas se abren entre ricos, pobres, nómadas, sedentarios, los que se ubican dentro y fuera de la ley. Todas las industrias, incluyendo las culturales se han tornado “centros de producciones de significados y valores extraterritoriales” (Bauman, 2009, p. 9). La noción de aldea global, de vecindario, de barrio glocal, es la condición de las signópolis contemporáneas.
     La globalización, con todos sus matices, pretende imponer significados y controles sociales compartidos en los terrenos financieros, políticos, económicos, mercantiles, comunicacionales, artísticos y culturales. Las fuerzas, las jerarquías, las libertades, los poderes, las conexiones y las decisiones han disuelto las fronteras geográficas y por ello, nos adentramos en una era signocrática supranacional plagada de asimetrías y desplazamientos.
     La grave afectación que esto tiene sobre la condición humana, ha generado nuevas resistencias y confrontaciones en relación a la otredad, la alteridad y la propia identidad. El desafío globalizador es el desafío metacomunicacional; es el que pone en tela de juicio las unidades territoriales, identitarias, temporales y sociales.
     El efecto globalizador como una extensión del capitalismo salvaje, sus modos de producción y su racionalidad, ha transformado la noción de colonialismo, imperialismo, dependencia e interdependencia, así como la idea misma del Estado-Nación. Las nuevas tecnologías, los nuevos métodos de producción, la división internacional del trabajo, la universalización de los mercados, la reconfiguración supranacional de los hiperconglomerados, la idea del supermercado mundial, la reproducción en moldes de marcas, creencias e ideologías, la desterritorialización de cosas, personas, ideas a partir de las telecomunicaciones, la reorganización de la geopolítica de la información, la tecnificación del trabajo y la descentralización de los poderes, ha generado nuevos antagonismos entre lo nacional, lo regional y lo global; lo de arriba y lo de abajo; lo del norte y lo del sur; lo del este y el oeste (Ianni, 1996).
     Los signos de la globalización son los del capitalismo, los del mercado y el espacio controlado y disponible, los de la mercancía, la tecnología, el marketing, el lobbying y la industrialización (Ianni, 2004)
     La grave afectación que esto tiene sobre la condición humana, ha generado nuevas resistencias y confrontaciones en relación a la otredad, la alteridad y la propia identidad. El desafío globalizador es el desafío metacomunicacional; es el que pone en tela de juicio las unidades territoriales, identitarias, temporales y sociales. Expulsión, implosión, reducción, marginación, exclusión, se transforman en indicadores de grado cero en este movimiento que excede la mundialización de los significantes y significados en una condición cada vez más violenta, profunda, densa, interconectada, acelerada y universal. Todo ello, pone al hombre en una condición más vulnerable y artificial, generando problemas culturales, religiosos, lingüísticos, raciales, sociales, psicológicos, económicos, políticos y artísticos.

     La mundialización de la globalización ha reconfigurado todo, expandiendo la fábrica por todo el globo terrestre. Convirtiendo lo tangible en intangible, colocando al signo en el centro del sentido social. Las industrias culturales, entre ellas el arte, no se han quedado al margen de la disputa de la globalización.